Siempre respetuoso y discreto, llegó un día en el que Xavi no pudo más y les soltó a Martino y a Pautasso, el segundo entrenador, una frase por la vergüenza que le producía la escasa intensidad con la que estaban entrenándose. La Liga empezó con una derrota en Los Pajaritos ante el Numancia y un empate en casa frente al Racing de Santander. Si se repetía el 0-0 de la ida, habría prórroga y si el empate se producía con goles, la plaza en la última eliminatoria sería para el equipo andaluz. Así cayeron la Copa, la Liga y la Champions League, por este mismo orden, y así en los inicios de la temporada siguiente el equipo conquistó la Supercopa de Europa, la Supercopa de España y el Mundial de Clubs. Estaba clasificado para los octavos de final de la Champions League y, aunque había sufrido algún tropiezo inesperado, el equipo era segundo en la Liga, a un solo punto del Real Madrid, aunque el líder tenía pendiente disputar su partido contra el Sevilla, aplazado por la participación de los madridistas en el Mundialito de Clubs. El medio centro, que ya con Rijkaard había cambiado de perfil, debía ser un futbolista no solo capaz de marcar los tiempos de la creación del juego, sino que debía sumar a sus capacidades la de desdoblarse y la de defender, si era preciso, como un central más.
Gerardo Martino aterrizaba en Barcelona como si nadie hubiera pensado en lo que significaba todo aquello. Y nadie quiere decir la junta directiva, nadie quiere decir el director deportivo y nadie quiere decir, también, el propio técnico argentino. Nadie hasta ese momento había jugado un fútbol de tanto nivel, ni nadie hasta entonces había ganado las seis competiciones posibles en un año. El mismo tiempo que el equipo tardó en descomponerse tras haber ganado dos Ligas, una Copa del Rey y la Champions League de 2006, en París y frente al poderoso Arsenal de Arsène Wenger. Pero la evolución del modelo no se quedó ahí. No solo con respecto a la evolución que iba a implantar en el modelo, sino en cuestiones aparentemente nimias pero que iban a resultar fundamentales. Paralelamente a esa evolución natural, las páginas web de muchos medios han puesto en marcha encuestas mediante las cuales dar a conocer qué porcentaje de socios o aficionados de un club estaban de acuerdo o en desacuerdo con la contratación de un entrenador. Las críticas arreciaron y los medios de comunicación empezaron a acortarle la vida a Guardiola.
Pep Guardiola se había marcado objetivos importantes. Y mucho menos cuando los antecedentes más próximos te sitúan entre los éxitos inigualables de Pep Guardiola y de Tito Vilanova o el fracaso de Gerardo Martino, que cerró su única y accidentada temporada sin conquistar ningún título. Guardiola, con el inseparable Tito Vilanova a su lado, trabajó la defensa de tres y recuperó la idea del falso delantero centro, acompañando a Messi hasta los mismísimos cielos. La goleada en San Mamés, donde el Athletic de Bilbao presionó la salida de balón de los azulgrana y donde el equipo se mostró demoledor en la ejecución de las transiciones ofensivas, el nuevo triunfo ante el Villarreal, ahora en la ida de las semifinales de la Copa del Rey, y la goleada ante el Levante, todo eso combinado con la goleada que el Atlético de Madrid le endosó al Real Madrid, ponían otra vez al Barcelona en situación de optar a los tres títulos de la temporada.
Y el hecho de que una vez alcanzados los cuartos de final de la Copa, el equipo eliminara al Atlético de Madrid con dos nuevas victorias ya fue de traca. Lucho es un gran entre- nador, tiene un cuerpo técnico muy preparado y tiene una plantilla muy buena. De haber sido por ellos, el técnico tal vez no hubiera llegado a sentarse en el banquillo con ocasión de la tercera jornada, en la que el Barça visitaba El Molinón. Se trataba de tener a un líder en el banquillo y a otro en el campo. A pesar de la venta inesperada de Cesc Fábregas al Chelsea de Jose Mourinho y de las dudas que hubiera con respecto al futuro de Xavi Hernández, el centro del campo solo necesitaba un retoque. Abandonar el pequeño campo de entrenamiento de la Masia, llevarse el equipo a una Ciutat Esportiva que estaba en obras, implantar la cultura del esfuerzo, incrementar el control sobre los futbolistas y cerrar literalmente las puertas del vestuario y demás dependencias que utilizaban técnicos, auxiliares y jugadores, fue todo uno. Seguramente por esta razón, nunca le gustó el término «tiki-taka» con que los periodistas bautizaron el fútbol de control y de pases de los jugadores azulgrana.